El silencio y la espera circunscriben el corazón de la revolución.
A propósito del progreso y del tiempo-ahora, una pequeña chapa para la posteridad: (acerca de las tesis sobre el concepto de hªde W. Benjamin)
En un contexto bélico, un judío asimilado al que muchos sionistas han reclamado, un nostálgico del pasado entendido como mecha del poder revolucionario y eje de proyección hacia el futuro, un marxista heterodoxo, puesto que reivindicó el materialismo histórico reinterpretando el pensamiento de Marx, un romántico próximo al materialismo, una persona, en definitiva, inclasificable, no puede sino situarse en el lado de los oprimidos, de los vencidos, bajo la regla del estado de excepción. Un filósofo de los extremos y un pensador de los marginados.
Se desprende del pensamiento y de la obra de W.Benjamin una amalgama de referentes, un collage de ideas (lo que nos lleva a pensar en otra conexión, otro eclecticismo que apunta hacia las vanguardias de la primera mitad del siglo XX) que se traduce en dos elementos esenciales e inherentes a su propia producción: por un lado, y en el caso de las tesis, su articulación en aforismos filosóficos, en estructuras que presentasen la analogía perfecta con la forma de un texto sagrado (el "ansia" mística) y la analogía con su propia forma de pensar el materialismo histórico: a través de la caza de las imágenes mentales del mismo.
El concepto de historia, que poco está alejado de su propia vida (ya que, no obstante Benjamin escribe las tesis pocos meses antes de que fracasase su tentativa de huir de la Francia ocupada pasando por los Pirineos, al ser interceptado por la policía de Franco, y terminase suicidándose en 1940) para Benjamin es una suerte de cortejo triunfal en el que participan los vencedores, caminando sobre los vencidos y que se reproduce a través de los historiadores historicistas, que se compenetran con estos vencedores, todos herederos de los que han vencido, manteniendo así el statu quo de la historia. El peinar la historia a contrapelo o esa forma de pensar que propone Benjamin se traduciría, en este caso, en no aceptar el unirse al cortejo triunfal y así, oponerse a la versión oficial y dominante de la historia, aquella que va "en el sentido del pelo".
Introduce una cita de Nietzsche (en la tesis XII), concretamente de Sobre las ventajas e inconvenientes de la historia, que habla de la necesidad de la historia, pero diferente a la necesidad que suscita en un vago malcriado en los jardines del saber. Ambos critican, de este modo, a aquellos que habrían llegado a un estado de aceptación del statu quo, a lo que Benjamin se refiere como conformismo; contra los conformistas, hasta las propias filas de la socialdemocracia alemana llevará su denuncia. Y es que en ese momento, la socialdemocracia se complacía en asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras, olvidando por su parte el odio y la voluntad de sacrificio, pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados oprimidos y no del ideal de los descendientes libres. Con el baluarte de la necesidad de revolución, buscaban la redención de las nuevas generaciones a través de ellas mismas, posponiendo la lucha hasta... nunca, y quedando en una posición privilegiada, a la altura de los historicistas y de los herederos de los vencedores y de los propios vencendores. El sistema se perpetuaba sin predicción de solución. De esta misma forma, sin predicción de fin, dice Benjamin que se estructura el dogma principal de la socialdemocracia, el de un concepto de progreso de la humanidad, sin fin y esencialmente incesante. Así, las tesis de Benjamin se convierten en una impresionante crítica revolucionaria que arremete contra este dogma del progreso inevitable y de paso, contra las concepciones conformistas de la historia, que terminan de cerrar herméticamente la maquinaria de esta doctrina. A diferencia de Nietzsche, que en su idea del superhombre incluía la necesidad de que los hombres fueran meros medios para un bien perfeccionado, que concebía el progreso como la masa de todo lo sacrificado, y así la redención en manos de la individualidad, del héroe, Benjamin concentra sus esperanzas en detener el progreso que, como una tempestad, se lleva al ángel de la historia hacia el futuro sin que las ruinas del pasado sean redimidas. Al revés que la propuesta de Nietzsche, la de Benjamin se muestra solidaria con las víctimas que lucharon y cayeron, y está en manos de la colectividad el luchar por el pasado oprimido (y no por el futuro que termina por conformar a los hombres) a través de una peculiar concepción del tiempo que lleva en sí misma el germen de la salvación. Este concepto de tiempo implica, como los adivinos hacían negando que éste pudiera ser homogéneo o vacío, tratando de extraer lo que se oculta en su seno, un tiempo "ahora"; tiempo mesiánico, que estructura la historiografía materialista desligándola de la concepción de progreso, de adición de hechos concatenados. El pensar que propone Benjamin, diferente al socialdemócrata, al fascista o al tradicional, se orienta hacia una construcción del tiempo, del pasado, que permite que el pensamiento se detenga de golpe en una constelación cargada de tensiones, y así se pueda reconocer el signo de una detención mesiánica del acaecer. Es decir, se debe reformular el tiempo histórico (una nueva forma de pensar el materialismo histórico, en fragmentos, imágenes, mónadas cargadas de significado) y por extensión el concepto de historia para que, y siendo que a nosotros, como a las generaciones que nos precedieron, se nos ha sido dada una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado tiene un derecho, podamos redimirnos a través de la plena recuperación del pasado de "nuestros" oprimidos, concibiendo cada día pasado como instantes vividos que son, cada uno de ellos, los días del juicio final. De ahí que la vida se conciba como un permanente estado de excepción, como una alerta para el salto a la salvación.
La lucha de clases debe repensarse como la lucha por la historia, que es al fin y al cabo la lucha por la expropiación de los instantes vividos y por la memoria de los caídos (del patrimonio cultural) que, una vez redimidos, permitirán terminar con la historia de hechos acumulados y con los baluartes de los vencedores que son el progreso, la civilización y la modernidad. La lucha revolucionaria a favor del pasado oprimido, en un presente entendido como tiempo-ahora, permite que podamos confiar en un mesías tal como el proletariado emancipado (del conformismo, de la historia historicista, de las herencias de los vencedores, de la dominación y de la alienación del tiempo vivido y de nuestros vencidos) en acción revolucionaria que detenga el día y el tiempo. Una mirada y una práctica desde abajo y hacia detrás para adueñarse del recuerdo y arrancar a la tempestad del progreso al ángel de la historia, para que se detenga, despierte a los muertos y recomponga lo despedazado.
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